by Daniel López
Las olas de un mar embravecido rompen con estruendoso silencio, chocando con la cumbre del Teide. Espuma de mar de un cielo en constante movimiento. Un cielo cambiante en el que, cuando baja la marea, esta nos descubre un firmamento sembrado de estrellas. Centelleantes faros de luz que iluminan el rostro de una isla a la deriva, sin rumbo cierto, pero tranquila. Millones de faros que iluminan la bóveda celeste para orientar al navegante, que viajando de un lugar a otro y sin saber como, a fondeado en esta isla deteniendo el tiempo para contemplar su belleza. Quizá no se quede allí por siempre pero, su recuerdo, su imagen, será imborrable.
texto by Jorge Sorrosal
Sorprendente!!!